viernes, 27 de mayo de 2011

Liselott, el champagne tarijeño que nació como un pasatiempo

De producción artesanal, pero con calidad internacional, nació hace más de dos años el primer champagne boliviano bajo el sello Liselott, producto que se incorpora oficialmente al selecto cuadro de la producción vitivinícola de Tarija.

Carlos Methfessel, un ingeniero eléctrico de raíces alemanas, pero nacido en Tarija, es el motor y promotor de la producción de champagne. La iniciativa comenzó como un pasatiempo y de manera experimental a fines de la década de los 60.

El primer champagne boliviano fue presentado el 27 de julio de 2008 en el marco del octavo festival de Vinos y Quesos, que reúne anualmente en Santa Cruz a los mejores productores de vino, quesos y jamones del país. En su debut cosechó muchos halagos por su sabor, voces experimentadas en la cata de vinos calificaron a la bebida como deliciosa y comparable con productos extranjeros.

Carlos se inició en esta actividad hace muchos años, haciendo experimentos. Las primeras pruebas se realizaron hace más de 50 años, con resultados desastrosos, con botellas reventadas y corchos que volaban, pero de a poco comenzó a reunir material, libros sobre la producción de champagne, y logró mejorar la calidad.

Champagne Liselott, es un producto que ingresa al mercado luego de más de una década de perfeccionamiento, periodo que culmina con el logro de un vino impecable, espumante tipo Champagne. Es importante considerar, al momento de tomarlo, hacerlo en una copa de cuerpo largo y aflautado, y corta de pie. Con ello se busca retener las burbujas.

Cabe aclarar que el auténtico término “vino espumante” hace referencia a un producto similar al champagne, Crémant, Cava, Prosecco o Sekt, terminología que no se debería emplear ya que son denominaciones de origen. Lamentablemente el término “vino espumante” ha sido desvirtuado por una serie de productos que no tienen parecido alguno con la calidad de esta bebida. Se tiene la esperanza de que algún día se posea en la región una denominación de origen propia, tal como ocurre con el singani.

Para obtener la calidad del champagne “Liselott”, es necesario producir un vino de seleccionadas uvas varietales. El contenido de cada botella es el resultado de un largo proceso de dedicación y esmero que comienza con manejos diferenciados en el cultivo de la viña. Esto permite obtener un mosto especial, distinto al empleado para la producción de vinos tradicionales. Las cepas provienen de una viña ecológica, ubicada en la comunidad de Sunchuhuayco. Cultivadas a más de 1.850 metros de altura, expuestas a un sol intenso, clima seco y tierra caliza, lo que permite obtener frutos sanos con características óptimas para lograr un notable producto.

Las uvas que se emplean en la elaboración del producto son el Pinot, Chardonnay de Alejandría y el mosto blanco de las uvas negras Cabernet Sauvignon y Malbec. El jugo de estas uvas permite obtener el vino base varietal, que luego puede ser combinado o no, según los matices que se desee obtener.

El origen del nombre Liselott está íntimamente ligado a la historia de la producción de champagne, es denominado así en honor y memoria a la señora Liselotte de Methfessel, quién jamás consumía una gota de alcohol, pero sucumbía ante los champagnes elaborados por su hijo Carlos. Ése fue un estímulo para seguir perfeccionando hasta nuestros días el producto, y que hoy sale al mercado para enorgullecer a Tarija como el único champagne producido en Bolivia.

PROCESO

Para disfrutar la combinación de una excelente fragancia y finas burbujas en su paladar, el producto artesanal requiere primero de la elaboración de un vino base. Esta primera fase de trabajo y dedicación toma casi un año, dependiendo del tipo de cepa.

Una vez clarificado este vino, es sometido a un segundo proceso de fermentación, maduración y nueva clarificación, pero esta vez dentro de la botella, proceso que toma otro año más, antes de poder llegar a la mesa de las personas. Durante este periodo, las levaduras que se agregaron requieren ser sacudidas para que se formen las finas burbujas esperadas.

Luego del laborioso trabajo de reunir las levaduras en el cuello de la botella, éstas son retiradas. Para ello, se coloca dentro de un equipo frío para que se congelen los sedimentos. Luego se procede a destapar la botella, momento en que son expulsados violentamente los residuos congelados y queda el vino espumante y cristalino.

Finalmente, otra vez se deja reposar y madurar. Este es el método mejorado, empleado por los franceses por más de dos siglos, cuando comenzó la tradición del champagne en Francia.

El escudo que se puede observar en la etiqueta es un legado de la familia Methfessel, otorgado en Alemania central en el año 1420, en decoro a su producción de vino elaborado de miel de abeja, ya que esta zona no contaba con viñedos. Desde entonces se mantuvo en la familia productora la tradición de la fabricación de vinos. Cuando uno de sus descendientes llega al valle de Tarija, cambian su materia prima por uvas.

“Es posible que llame la atención que nuestras botellas usen para sellar el contenido una tapa corona y observe que al abrirla generalmente no se produce el típico ¡plopp!, como cuando se abre un Champagne con corcho”, expresa Carlos. Este mecanismo permite garantizar la adecuada conservación de los sabores, aroma y presión del gas, que en ocasiones se ven afectadas por los corchos naturales de alcornoque.

Por otra parte, y por motivos de protección al medio ambiente y falta de materia prima, el tapón natural está siendo reemplazado con éxito por tapones de plásticos, tapa rosca o tapa corona.

Don Gerardo Methfessel implementó a fines de los años 50, en su finca en Tomatitas, uno de los primeros viñedos cultivados tal como se lo hace hoy en día, reemplazando al tradicional Molle o Chañar por el sistema de postaje, alambrada, e incluso malla antigranizo y experimentó con variedades de cepas.

El primer champagne boliviano fue presentado el 27 de julio de 2008 en el marco del VIII Festival de Vinos y Quesos. En su debut cosechó muchos halagos por su sabor, voces experimentadas en la cata de vinos calificaron a la bebida como deliciosa y comparable con productos extranjeros.

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