domingo, 19 de enero de 2014

La sajra hora

El tiempo transcurre de manera diferente dependiendo del lugar donde se vive.

En las grandes ciudades los días y los años "pasan volando, como si nada"

En el campo pareciera que el sol camina lento y tarda mucho más en esconderse.

En Oruro, Bolivia por ejemplo, el tiempo es muy elástico y al parecer nunca hay tanto apuro por lo que sucede, pues todo resulta igual sin tanto apremio.

La sajra hora es una costumbre vigente en Bolivia, que ya se está perdiendo y puede que en algunos años se convierta solo en un recuerdo que vamos a añorar.

Esto se debe al ritmo de vida que impone la sociedad contemporánea.

Por eso es importante resaltar las costumbres y tradiciones propias de los pueblos que van quedando en el olvido por causa de la velocidad, el modernismo y las exigencias de un sistema avasallador que no le otorga importancia al ser humano ni a su sanidad espiritual. Parece que el hombre como especie, está cayendo en sus propias trampas.

La sajra hora es la costumbre diaria e intermitente de comer un plato liviano a media mañana, acompañado de una cerveza Huari, por supuesto, o simplemente de un refresco, pero siempre en compañía de amigos o compañeros de trabajo con los cuales se conversa y discute de la actualidad nacional, fútbol u otros temas contingentes.

Es una parada a media mañana en el trabajo, lo que en Estados Unidos y Europa podría llamarse el "coffee break" o el cafecito que se toma a mitad de la jornada en una oficina o en la construcción y, que apenas da tiempo para saludarse e intercambiar un par de palabras entre compañeros de trabajo, sin mucho sentido ni profundidad.

Las jornadas laborales en el ámbito urbano en casi toda Bolivia se dividen por la hora de almuerzo, en la mañana y en la tarde. No obstante entre las 10 y las 11 de la mañana se hace difícil resistir el hambre y el ritmo del trabajo monótono y continuo, entonces se convidan los amigos de diferentes oficinas, o que laboran en múltiples actividades, para juntarse en las "picadas de la mañana" donde sirven exquisitos platos mañaneros que no se encuentran a otra hora. Es común ver en estos boliches a trabajadores de las oficinas públicas y privadas, obreros, comerciantes, etc. en animada charla, muchas veces acompañados de sus jefes. Hasta los más altos ejecutivos y autoridades se encuentran para compartir la comida, cervezas y conversaciones de media mañana. No es raro entonces encontrarse alguna vez con el alcalde, el prefecto, los jueces, abogados, policías, vendedores y simples ciudadanos trabajadores en estos lugares.

La sajra hora, se prolonga dependiendo de la cantidad de trabajo que cada uno tenga que cumplir. Los más serios y responsables se toman como mínimo media hora y luego retornan a continuar con su labor. Otros vuelven cerca de las 12:30 a firmar el libro de salida o a marcar la tarjeta para irse a almorzar a sus casas. Los más alegres y entusiastas que no tienen algo urgente que atender o simplemente "agarraron vuelo" y no pudieron desprenderse de tan profunda y trascendental conversación, se quedan hasta las 2 de la tarde, pues a esa hora cierran la atención al público en estos restaurantes especiales y "picadas mañaneras".

Grandes negocios y relaciones públicas importantes han resultado de estos encuentros esporádicos en los lugares señalados para compartir la sajra hora.

A las 2 y media o 3 de la tarde comienza el trabajo nuevamente y todos vuelven con renovados bríos y la suficiente energía para ser eficientes, cumpliendo de la mejor manera sus responsabilidades laborales.

Sajra es una voz quechua que significa: malo, demonio, tacaño, según el diccionario.

La sajra hora entonces puede ser la hora mala.

Mala hora para comer un plato a mitad de la jornada matinal pues se quita el hambre para el almuerzo familiar que espera en casa.

O puede ser la hora del demonio, la gran tentación pues el plato de comida, la cerveza o las cervezas que lo acompañan, pueden ser el inicio de una gran borrachera que no permita volver a la oficina o al trabajo y peor aún, no volver a la casa porque estaba tan buena la conversación que se les abrió la tripa alcohólica o sencillamente "se les calentó la jeta" y es necesario continuar en otros lugares, derivando en una farra descomunal que puede durar varios días.

También podría interpretarse como la "hora de los tacaños" que se aprovechan de la tradición y los amigos, para hacerse invitar a comer y beber sin gastar un centavo.

Los platos que tradicionalmente se sirven a esta hora son:

Jolke, es una sopa de riñoncitos de cordero con papa, cebolla y bien condimentada.

Ranga, es una sopa espesa con trozos de panza o guatitas de vacuno o cordero, con papas y aderezos.

Thimpu, es un guiso con un buen trozo de carne de pecho de res, con arroz y queso, papas cocidas y chuño (papa deshidratada), acompañado de sopa blanca al final.

Lagua, es una mazamorra espesa de maíz, con papas, chuño y condimentos.

Las salteñas y los rellenos de papa son bocadillos algo más livianos para los que tienen prisa y no quieren recargar tanto el estómago y evitar así perder el apetito.

Los países desarrollados con su modelo económico-social que lleva a las personas a despersonalizarse y a perder su identidad, deberían mirar a su alrededor y quitar el pie del acelerador para imprimirle a la vida un ritmo más lento, más sano y coherente que esté de acuerdo con el desarrollo integral y la felicidad del ser humano.

No se trata de inventar nuevas fórmulas ni de utilizar recursos rebuscados para tratar de mejorar la calidad de vida y lograr un acercamiento a cierta plenitud y tranquilidad, que toda persona anda buscando sin poderla encontrar en la mayoría de los casos.

Las soluciones más simples basadas en las costumbres y tradiciones más antiguas, son las que ayudan de verdad al ser humano a comprender y valorar la existencia para ser un poco más feliz.

No es mala idea entonces compartir alguna de estas mañanas, en plena jornada laboral, una buena "sajra hora".

Más bien esta costumbre, y otras por el estilo, deberían ser parte de nuestros derechos fundamentales, y habría que defenderlas para que no desaparezcan, pues de lo contrario

estaríamos allanando y pavimentando el camino hacia la deshumanización.

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